Han
sido tan solo 15 días, y un mes y medio después sigo sintiendo los sentimientos
acerca de estos días tan a flor de piel como el día en el que me fui, así que
supongo que por algo será.
Un
poco antes de comenzar las vacaciones de verano decidí que tocaba hacer algo,
así que me apunté al único campo en el que quedaban dos plazas, para poder ir
con una amiga, así que puede decirse que he acabado aquí de casualidad, pero
qué casualidad tan bonita. Desde el momento en el que llegas a San Gil, los
usuarios te reciben con tanto cariño como si ya fueras parte de la familia que
son, y de la que te marchas siendo parte.
A lo largo de esta quincena hemos trabajado un
poco en el mantenimiento de la finca y mucho en la convivencia con nuestros
protagonistas, aunque no puede considerarse un trabajo, son personas únicas,
diferentes, con una luz en su interior, y alumbran por donde pasan. De forma un
poquito egoísta, se puede considerar este campo como una terapia, cualquier
problema que tengas se hace más pequeño, más irrelevante mientras estás aquí,
es imposible no reírse con su espontaneidad, su alegría, sus ganas de todoEn las excursiones hemos ido a bañarnos a un montón de piscinas y ríos, visitado Cáceres, Plasencia, Hervás, Galisteo y muchos otros pueblos, hemos ido a las fiestas de San Gil y hasta hemos ido en kayak, y lo más importante, todas estas actividades las hemos hecho con los usuarios, y esta es la esencia y la base de todo: la plena inclusión. Como dice uno de los lemas del campo, aceptamos la diferencia, pero no la indiferencia. Hemos aprendido, y ellos mismos son los que nos han enseñado, que son personas que, a pesar de ser tener ciertas diferencias, tienen muchas más semejanzas de las que creíamos, y por eso tienen tanto valor.
Estoy
deseando volver a ver a todooos, muchos besos a todos los voluntarios y
monitores.