" Suena el despertador. Las 8 de la mañana, aunque no había
muchas ganas de despertarse, hoy no era un día cualquiera: venían a visitarnos
las instituciones. Sí, sí, los importantes… alcaldes, concejales, y más caras
serias que venían a ver qué se cocía en nuestro querido voluntariado.
Así que nos pusimos las pilas: mesas fuera, sillas bien
puestecitas, y todo limpio como una patena (aunque no garantizamos que oliera a
rosas en todas las habitaciones… así que menos mal que no lo descubrieron).
A eso de las 10 empezaron a llegar. Con una sonrisa, los
recibimos con una pequeña presentación sobre nuestro proyecto: lo que hacemos,
por qué lo hacemos y, sobre todo, con quién lo hacemos. Porque nuestros
usuarios, son el alma del lugar.
Pero claro, hablar está bien, ¡pero jugar es mejor! Así que
preparamos una dinámica divertidísima en la que todos —instituciones,
voluntarios, usuarios y hasta yo que lo presente— teníamos que decir palabras
que nos recordaran al voluntariado: emociones, objetos, actividades… ¡salieron
cosas preciosas y otras que todavía no entendemos del todo, pero todo cuenta!
Después de este momento, las autoridades se fueron a dar una vuelta por
el albergue con nuestro coordinador, mientras nosotros montábamos un pequeño
piscolabis con mucho amor (donde desapareció media tortilla de chorizo
enseguida, porque alguien —no diremos quién, ejem— no supo resistirse).Entre bocado y bocado, estuvimos charlando con gente muy
maja, incluida la alcaldesa de San Gil.
Cuando se marcharon, tuvimos un ratito de relax con nuestros usuarios
volviendo a jugar con palabras que empezarán con las letras. ¡Qué nivelazo!
Aunque hubo quien se inventó alguna que otra palabra.Después de comer, tocaba lo que el cuerpo pedía a gritos:
una siestecilla. No sabemos si alguien roncó, pero estábamos todos cao…
A las 5 de la tarde, ¡bañador y toalla en mano! Nos fuimos a la piscina
del pueblo de Aldehuela del Jerte. Con el calor que hacía, el agua fue una
salvación. Chapoteamos, jugamos y nos reímos como niños pequeños.Pero el día no había terminado… ni mucho menos. Al caer la
tarde, nos fuimos al pueblo a disfrutar de las fiestas. Allí había tirolina y
rape desde la torre del campanario, con 30 metros de altura. ¿Miedo? Alguno
pero muy emocionas. Muchos de nosotros nos lanzamos y hasta algún usuario
valiente nos dejó boquiabiertos.
Y para cerrar el día ducha rápida, ropa limpia y a la plaza
del pueblo, donde pasamos la noche charlando y riéndonos con los usuarios.
Un día completísimo, inolvidable y lleno de magia, como todo
lo que estamos viviendo en este voluntariado. 
CAMINO