Con el nudo en la garganta pero el plan en la cabeza,
volvimos para prepararnos: tocaba cruzar la frontera. Portugal nos esperaba con
sus piscinas naturales y sus “pastelinhos” que ya estábamos saboreando.
A eso de las 10, salimos cargados de energía y de usuarios,
dispuestos a conquistar el país vecino. Una hora de viaje, bocatas repartidos,
y… ¡al agua patos! Nos quitamos el calor en un plis plas.
Después de comer, estuvo el equipo siestecilla (la primera
integrante yo jajaj) y el equipo aventura los cuáles se fueron a ver un
castillo a lo alto de todo para el cual tuvieron que hacer una buena caminata.
Aún asi los que quedamos a medio camino también nos animamos
a subir un poquito, encontramos casitas monísimas, y hasta entramos en una que
resultó ser un pequeño museo. Obviamente, sesión de fotos obligatoria.
Abajo, la fiesta seguía: más baños, más risas, e incluso
alguien se trajo un flotador.
Todo muy idílico… hasta que tocó volver. Ahí llegó la sorpresa del día: la furgoneta decidió tomarse unas vacaciones sin avisar. Por suerte, paró en un sitio seguro… ¡y justo al lado de una cafetería! Nos instalamos allí mientras esperamos a la grúa.
No todo fue malo: aprovechamos para probar pastelitos de Belén y llenarnos a helados. Tres horitas después, y con el azúcar por las nubes, pudimos retomar el viaje.Cuando llegamos, estábamos para el arrastre. Algunos
decidieron recompensarse con cena en el bar de San Gil, otros preferimos cenar
tranquilitos en el albergue. Pero al final, terminamos bajando un rato al
pueblo con los usuarios, aunque la caminata fue corta, las pilas estaban en
rojo.
La noche acabó con una tertulia tranquila arriba, con los
últimos usuarios que aún tenían energía.
Un día intenso, divertido y lleno de giros inesperados, de
esos que recuerdas siempre… sobre todo cuando volvamos a ver una
furgoneta. "
CAMINO
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