lunes, 24 de octubre de 2011

Valoración Personal de Davinia. Voluntaria al C.T. San Gil/Placeat 2011

Por unas u otras razones, acabé en el Campo de Trabajo “Pláceat”, pero no necesité mucho tiempo para caer en la cuenta de que era muy afortunada por encontrarme en ese lugar y con todas aquellas personas.

Empezando por los usuarios de Pláceat, discapacitados intelectuales sí, pero infinitamente válidos afectiva y emocionalmente y los que, en muchas ocasiones, me hicieron reflexionar y aprender sobre las pequeñas y grandes cosas.
 
Estoy totalmente de acuerdo con mi compañero Kepa, en que no se debería de escatimar en medios para que la integración, en general, sea verdadera, pues esto es una cuestión de todos y de todas, de lo contrario estaríamos hablando de una mera adaptación a un mundo creado por unos pocos. Soy de las que piensa que TOD@S tenemos derecho a participar en la creación y transformación del mundo que nos rodea. Así que, hipocresías a parte, integrémonos como es debido, tomando como ejemplo iniciativas como este integrador campo de trabajo ó la labor realizada a lo largo de todo el año por la “Asociación Pláceat”.

Siguiendo con los voluntarios y voluntarias, decir que desde el principio tod@s conectamos y esto no todo el mundo lo consigue, parecía que estuviésemos hechos los unos para los otros. Tengo que confesar que desde que volví de Extremadura soy inmensamente rica, pues me traje de allí uno de los mayores alijos del mundo.
Por otro lado, en cuanto a los monitores, esos tres grandes monitores y compañeros, que cada día me dejaban con la boca abierta al verlos con  esas ganas, ímpetu, ilusión, alegría… con la que TODAS las mañanas, desde bien temprano, nos ponían a tod@s en marcha y por como siempre conseguían sorprendernos a lo largo de cada día. ¡Así se hacen las cosas, chicos !
Y todo esto en la soberana, hermosa e imponente Extremadura, que tantas veces nos cortaba el aliento, con sus paisajes, flora y fauna y sus gentes.

También quisiera dar las gracias al personal de Pláceat, como Toñi, Casimiro y, en especial, a José Mary por hacer siempre que me sintiera como en casa; a mi familia por animarme tanto a vivir esta experiencia (tenían razón, mi casa no se había venido abajo cuando volví) y por supuesto, a mi gran amiga y compañera incondicional María Isabel, sin la cual nada de todo lo vivido hubiese sido lo mismo.
Todos y cada uno de vosotros, me habéis ayudado a crecer un “poquito” más. Sé que el dinero se devuelve, pero hay favores que siempre se deben, y yo os debo uno de los grandes, es por ello que aquí siempre tendréis a una amiga para lo que necesitéis.

En definitiva, una experiencia que recordaré el resto de mi vida, pero cuya verdadera esencia jamás podré expresar del todo bien, como lo demuestra esta torpe acumulación de palabras.

Sencillamente, os quiero.

Davinia.

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