lunes, 2 de septiembre de 2013

Valoración Personal de Anabel Aguilar, Voluntaria del Campo de Trabajo San Gil/Placeat 2013

Hace más de dos semana que se acabó la maravillosa aventura que comenzó un 5 de Agosto en San Gil, y aún hoy recuerdo con amargura aquella última noche, aquel momento de despedida en el que cada uno de nosotros dijo unas palabras y durante el cual las lágrimas no me dejaron expresar todo lo que me habría gustado. Espero plasmar en estas palabras de forma clara todo lo que ha significado para mí esta experiencia. Aún recuerdo como si fuese ayer el momento en el que llegué a la finca de San Gil. Momentos de incertidumbre en los que ni yo ni ninguno de mis compañeros sabíamos qué era lo que nos esperaba, excepto mi gran compañera y amiga Lucía, que desde los primeros momentos nos empezó a contar algunas de las maravillas que nos aguardaban. La verdad es que durante los primeros momentos me mostré muy reticente a todo lo que escuchaba. No creía que durante estos 15 días iba a conocer a gente tan fantástica, que iba a aprender tantísimo de ellos y ni se me pasaba por la mente todo lo que iba a disfrutar.

No me imaginaba lo equivocada que estaba, aunque no tardé demasiado en darme cuenta de mi error. Y es que llevaba tan solo unas horas en la finca de San Gil y parecía que llevaba allí media vida. La simpatía de los usuarios, el cariño que nos dieron y la confianza que se respiraba en el ambiente me hizo acomodarme de una forma increíble. A partir de ahí comenzaron 15 días inolvidables. 15 días en los que no solo he disfrutado de usuarios, voluntarios y monitores, de los sorprendentes paisajes que cada día descubríamos, y de cada momento vivido, sino que también me han servido para pensar y aprender muchísimo.

El cariño de Manolo, la dulzura de Saluki, la ternura de Tomás, la energía de Javi, las bromas de Lorenzo, los inesperados abrazos de Alberto, las canciones de Carlos Alberto, las sonrisas de Mimi, Eva, Jorge, Luque, Felipe… Los momentos en la furgoneta, en los caminos andando, mientras nos bañábamos o simplemente mientras descansábamos. Ellos me han enseñado más que nadie en estos días, y es que ahora, después de asimilar todo lo vivido, me doy cuenta de lo relativo que es el tema de la discapacidad. Discapacitados serán en algunos aspectos de su vida diaria, pero puedo asegurar que en otros aspectos la que me sentía discapacitada a su lado era yo. No tengo más que recordar el momento de subida al Trabuquete, en el que el gran Jorge nos ayudó a las dos voluntarias que íbamos con él, tirando de nosotras, ralentizando su paso y ayudándonos en todo lo que podía y más. O a Manolo trabajando, siempre incansable. O las lecciones de Tomás, su fuerza y su sentir. ¡Qué grandes son, y qué pequeña me sentía yo a su lado en tantos momentos!


Está claro que los verdaderos protagonistas de este campo de trabajo son los usuarios, sin ellos este campo de trabajo no tendría sentido, pero para mí nada hubiese sido igual sin mis queridos compañeros. Cuando con tristeza dejábamos a los usuarios en su residencia para que descansaran de un día lleno de emociones, y subíamos a la finca a descansar también nosotros, sólo tenía que mirar a mi alrededor para descubrir a las fantásticas personas que tenía a mi alrededor. La increíble fuerza y valentía de Jessica, con su contagiosa risa y siempre al compás de Claudia, quien siempre tiene una bonita palabra que decirte, Alba y sus inesperados comentarios. Mi increíble compañera de tienda, Lucía, que ha estado conmigo en todo momento y cuya presencia ha sido indispensable para mi y para este campo. Jon, Álvaro, todos y cada uno de ellos. Y como no, los monitores: gracias por hacer todo esto posible, porque con vuestro trabajo habéis conseguido que me sienta como en casa y que viva una experiencia irrepetible.


Dos semanas después de estos días tan intensamente vividos la única pena que me queda son las horas que me perdí, que no aproveche con los usuarios tanto como tendría que haberlo hecho. También me queda la angustia de pensar que todo lo vivido siempre serán recuerdos y nada más que eso, aunque espero que esto no se cumpla, pues una parte de mi se quedó en San Gil, en aquella finca con aquellas maravillosas personas. Se que algún día, que espero que sea pronto, volveré a verlos y a llenarme de su vitalidad.
Mil gracias a todos y cada uno de vosotros, a los que han luchado y lucharán porque este campo de trabajo siga año tras año, y a los que habéis hecho que este campo de trabajo sea para mí algo inolvidable. ¡¡ Gracias ¡!

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