Quién me iba a decir, que
tras sólo quince días conviviendo con personas que sólo necesitan una pequeña
ayuda para superar sus barreras y dificultades, iban a hacerme sentir tantas
cosas dentro de mí. Personas que no conocía ni me conocían de nada, pero que
desde el primer día, han conseguido que me sintiera tan bien conmigo mismo. Al
darme todo su cariño sin limitaciones ni condiciones, al ver sus sonrisas con
mis más locas payasadas, al descubrir en sus rostros su ilusión infinita y sobre
todo la gran sensación de motivación que dejaban en mí, al darme cuenta de la
mejora de sus estados de ánimo cada día sólo con nuestra presencia.
Supongo que ese estado de
ánimo de satisfacción y paz interior que te embarga, se debe denominar
“FELICIDAD”. Eso es lo que a mí me han hecho sentir estas personas tan
especiales con personalidades tan auténticas y sinceras. ¿Y se suponía que yo
iba al campo de voluntario para entregarles mi tiempo y dedicación? Porque al
final del campo, me he dado cuenta que entre todos los usuarios y voluntarios/rias,
nos hemos cargado mutuamente las “maletas” de grandes momentos vividos,
intensas emociones y aprendizajes difíciles de olvidar.
Es más, la “maleta” no
cerraba de lo llena que estaba y tuve que “comprar también una mochila”, porque
me traje al País Vasco otra perspectiva muy diferente de cómo afrontar la vida
al empatizar con los usuarios, han conseguido cambiar totalmente mis
prioridades y mi forma de vivir el día a día intentado centrarme en disfrutar
de nuevas experiencias en compañía de toda clase de personas, me han hecho
sentir emociones que ni recordaba que había vivido (en especial la noche de la
despedida) y hasta me han ayudado a encontrarme a mí mismo en algunos aspectos.
Al mismo tiempo, el hecho de
conocer a los voluntarios/rias de sitios y culturas muy diferentes, también ha
hecho que el campo haya sido todavía más especial para mí. Siempre es
enriquecedor conocer el modo de vida y
la forma de ser de personas muy diferentes a uno mismo, porque esto me ha
enseñado a no prejuzgar sin conocer a las personas y a sacar de dentro de mí los
estereotipos que la sociedad nos inculca y que tanto daño hacen. Pero lo que
más destaco de mis compañeros/ras voluntarios/ras así como de los
monitores/ras, ha sido principalmente la calidad humana que hay dentro de todos
y cada uno de ellos y ellas. Sólo espero que nunca perdáis ese sendero.
Creo que para mí y para
muchos de los voluntarios/ras de este campo, este ha sido el inicio de trabajar
para conseguir la plena inclusión de personas con discapacidad, sabiendo que sí
es posible.
JAIME
TORTAJADA ANTÓN
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