Hola, soy María, tengo 24
años y soy de Cádiz. Aquí hablaré de mi experiencia en este voluntariado.
No soy consciente de lo
rápido que ha pasado el tiempo. Quince días muy intensos en los que hemos
vivido un conjunto de emociones a la vez. Me refiero al voluntariado social,
conocido como campo de trabajo, en Placeat, una asociación con personas con
discapacidad intelectual. Placeat se encuentra en San Gil, un pueblo muy
pequeño perteneciente a Plasencia (Extremadura).
Muchos veníamos con
ninguna o bajas expectativas a lo que se unía sentimientos de incertidumbre o
falta de experiencia. Pero muy pronto todo desapareció gracias a la cercanía que
nos dieron desde un primer momento haciéndonos sentir como en casa. No tardamos
en darnos cuenta las ganas y la felicidad de los usuarios al vernos allí por
fin. Un año más, usuarios, quince voluntarios españoles y siete europeos estaban
dispuestos a convivir y compartir juntos nuevas experiencias.
No tengo palabras para
describir todo lo que he vivido allí y lo que me ha aportado personalmente. He
aprendido que todos, con discapacidad o sin ella, somos personas con las mismas
ganas de vivir, con derecho a ser respetados y ser tratados por igual. He aprendido
que todos somos diferentes, únicos e irrepetibles, que si todos fuéramos
iguales el mundo sería muy aburrido. Cada usuario tiene una particularidad que
le caracteriza, que le hace diferenciar de los demás. Todos, a pesar de sus
dificultades y discapacidades, nos han enseñado el verdadero sentido de la
vida, ser feliz sin preocuparse de cosas banales sin importancia. Ellos son un
claro ejemplo de superación y un modelo a seguir.
Para terminar, concluyo con
esta frase que representa valores como la inclusión, la solidaridad o la
integración en pocas palabras: “Aceptamos la diferencia, no la indiferencia”.
Muchas gracias, voluntarios,
monitores y usuarios por hacer de Placeat nuestro
hogar y nuestra familia.
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