viernes, 13 de febrero de 2015

Valoración Personal de Iraya, Voluntaria del Campo de Trabajo 2014

Hace algo más de una semana que llegué a mi casa y ahora, que finalmente me decido a escribir lo que este campo de trabajo ha significado para mí y todo lo que he aprendido en apenas dos semanas de convivencia es cuando me doy cuenta de lo mucho que hecho de menos la compañía de los usuarios. Aún se me encoge el corazón al pensar en ellos pues no sé si algún día los volveré a ver, aunque desde la distancia siempre los recordaré con mucho cariño y aprecio.

A pesar de haber elegido este campo de trabajo porque nunca había trabajado con personas con discapacidad intelectual y quería probar una experiencia diferente en mi vida, cuando salí de mi casa estaba tremendamente nerviosa porque no sabía con lo que me iba a encontrar ni que tipo de trabajo iba a hacer, lo único que sabía era que eran personas con alguna discapacidad. Ya en San Gil, y una vez hechas las presentaciones pertinentes, los primeros días me sentía un poco agobiada porque aparte de que no sabía como tratar a los usuarios y porque éstos eran excesivamente cariñosos conmigo. No considero que los tratara mal en ningún momento, ni les dije nada fuera de lugar a pesar de que no me gusta nada el contacto físico con personas que no son cercanas a mí. En esta etapa de conocimiento mutuo entre voluntarios y usuarios me di cuenta de lo observadores que pueden llegar a ser estas personas ya que Lorenzo, aunque no le dije nada dejó de abrazarme tanto, aunque en las caminatas seguía igual de atento.

No obstante, este sentimiento comenzó a disminuir y mi forma de actuar empezó a cambiar el día que fuimos de visita a Cáceres y que Tomás se sentó conmigo en la guagua. En ese breve trayecto en el que hablamos y me contó cosas sobre su vida y su familia, me di cuenta que son personas normales, como nosotros, que sienten y padecen, que se dan cuenta de las cosas tanto como nosotros y que como no son diferentes hay que tratarlos de la misma manera o incluso mejor que como nos gusta que nos traten a nosotros porque por lo que observé, suelen ser personas muy sensibles y cercanas. También en esa guagua empecé a sentir empatía por dicho usuario y a cogerle cariño porque ni entendí en su momento ni entiendo ahora que la familia no lo quiera aún cuando puede valerse casi al 100% por sí mismo. Tomás, al igual que el resto de los usuarios, siempre estaba atento a todo, tenía piropos, palabras bonitas y palabras de ánimo ante cualquier indicio de tristeza en mi mirada. Además, como me fue demostrando durante mi estancia allí, era una persona muy solidaria y que no dudó en compartir su Coca Cola conmigo el día de la fiesta en cuanto se dio cuenta de que yo no tenía ninguna.

Después de Tomás, fueron Miguel y Miguel Ángel a los que le tomé cariño. Miguel Ángel porque aunque no se pudiera tener una conversación con él lo intentaba y se esforzaba mucho y fue ese esfuerzo lo que me demostró que era una persona especial que intentaba lo que quería aunque le costara un mundo. Además, el día que fui a limpiar el piso, barriendo, me demostró que era una persona que podía con todo aunque fuese una tarea dura. De Miguel puedo decir que para mí es como un ángelito del cielo, que a pesar de no poder comunicarse con palabras, supo ganarse un huequecito en el corazón de cada uno de nosotros con su dulzura característica.

Sin embargo, a pesar de que mi percepción inicial ya había cambiado mucho, el cambio brusco me llegó el día que “conocí” a Chanquete. Fue un día que estábamos en una piscina natural y no quería bañarse, pero al verlo tan vulnerable a mi me daba penita dejarlo solo y me tumbé a su lado. A los 5 minutos de estar con él ya me había robado el corazón. Él, que aunque lo parecía, de tonto no tenía ni un pelo, enseguida aprendió a conseguir lo que quería de mí. Con Mimi también me pasó, los veía tan inocentes, tan dulces y tan tiernos que me daban unas ganas tremendas de protegerlos.Realmente, para mí, ambos eran como los niños del campo de trabajo, pues de todos los usuarios, eran los que desde mi punto de vista requerían más atención.

Para éstos y para el resto de usuarios sólo tengo palabras bonitas porque ellos lo valen y por todos los valores que en tan pocos días me enseñaron; valores como humildad, esfuerzo, compañerismo, tolerancia e igualdad, entre otros. Ellos son personas que tienen unos valores que en la sociedad actual se han ido perdiendo, y aunque su coeficiente intelectual sea algo inferior al nuestro, yo siempre pensaré en ellos como una versión mejorada de las personas en general. Además, de ellos aprendí que a pesar de las circunstancias hay que sonreírle siempre a la vida, pues ellos, a pesar de su condición, siempre estaban contentos y felices y a la mínima que les prestabas un poquito de atención te lo agradecían con verdadera sinceridad.

Por todo ello, ésta ha sido una experiencia inolvidable con muchas cosas positivas, que marcó un antes y un después en mi vida y de la que guardo magníficos recuerdos, que volvería a repetir sin pensarlo dos veces y sinceramente animo a todo aquel que tenga una oportunidad así a que la aproveche puesto que lo que aprendes estando con personas con discapacidad es algo que para mí no tiene precio.

Finalmente, dar mi más sincero agradecimiento a esos usuarios que tanto me han enseñado y que me alegraron durante los 14 días tan intensos que duró el campo de trabajo por ser tan maravillosas personas. Por ello, les deseo toda la suerte del mundo a aquellas personas sin los cuales este campo de trabajo no hubiese sido posible como son Chanquete, Mimi, Saluki, Luisa, Manolo, Tomás, Lorenzo, Miguel y su hermano Juanma, Juan Alberto, Miguel Ángel, Luke, Javi y a todos aquellos usuarios que por diversas razones no pudieron compartir su tiempo con nosotros los voluntarios.

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