A pesar de haber elegido este campo de trabajo porque nunca había
trabajado con personas con discapacidad intelectual y quería probar una
experiencia diferente en mi vida, cuando salí de mi casa estaba tremendamente
nerviosa porque no sabía con lo que me iba a encontrar ni que tipo de trabajo
iba a hacer, lo único que sabía era que eran personas con alguna discapacidad.
Ya en San Gil, y una vez hechas las presentaciones pertinentes, los primeros
días me sentía un poco agobiada porque aparte de que no sabía como tratar a los
usuarios y porque éstos eran excesivamente cariñosos conmigo. No considero que
los tratara mal en ningún momento, ni les dije nada fuera de lugar a pesar de
que no me gusta nada el contacto físico con personas que no son cercanas a mí.
En esta etapa de conocimiento mutuo entre voluntarios y usuarios me di cuenta
de lo observadores que pueden llegar a ser estas personas ya que Lorenzo,
aunque no le dije nada dejó de abrazarme tanto, aunque en las caminatas seguía
igual de atento.
No obstante, este sentimiento comenzó a disminuir y mi forma de
actuar empezó a cambiar el día que fuimos de visita a Cáceres y que Tomás se
sentó conmigo en la guagua. En ese breve trayecto en el que hablamos y me contó
cosas sobre su vida y su familia, me di cuenta que son personas normales, como
nosotros, que sienten y padecen, que se dan cuenta de las cosas tanto como
nosotros y que como no son diferentes hay que tratarlos de la misma manera o
incluso mejor que como nos gusta que nos traten a nosotros porque por lo que
observé, suelen ser personas muy sensibles y cercanas. También en esa guagua
empecé a sentir empatía por dicho usuario y a cogerle cariño porque ni entendí
en su momento ni entiendo ahora que la familia no lo quiera aún cuando puede
valerse casi al 100% por sí mismo. Tomás, al igual que el resto de los
usuarios, siempre estaba atento a todo, tenía piropos, palabras bonitas y
palabras de ánimo ante cualquier indicio de tristeza en mi mirada. Además, como
me fue demostrando durante mi estancia allí, era una persona muy solidaria y
que no dudó en compartir su Coca Cola conmigo el día de la fiesta en cuanto se
dio cuenta de que yo no tenía ninguna.
Después de Tomás, fueron Miguel y Miguel Ángel a los que le tomé
cariño. Miguel Ángel porque aunque no se pudiera tener una conversación con él
lo intentaba y se esforzaba mucho y fue ese esfuerzo lo que me demostró que era
una persona especial que intentaba lo que quería aunque le costara un mundo. Además,
el día que fui a limpiar el piso, barriendo, me demostró que era una persona
que podía con todo aunque fuese una tarea dura. De Miguel puedo decir que para
mí es como un ángelito del cielo, que a pesar de no poder comunicarse con
palabras, supo ganarse un huequecito en el corazón de cada uno de nosotros con
su dulzura característica.
Sin embargo, a pesar de que mi percepción inicial ya había
cambiado mucho, el cambio brusco me llegó el día que “conocí” a Chanquete. Fue
un día que estábamos en una piscina natural y no quería bañarse, pero al verlo
tan vulnerable a mi me daba penita dejarlo solo y me tumbé a su lado. A los 5
minutos de estar con él ya me había robado el corazón. Él, que aunque lo
parecía, de tonto no tenía ni un pelo, enseguida aprendió a conseguir lo que
quería de mí. Con Mimi también me pasó, los veía tan inocentes, tan dulces y
tan tiernos que me daban unas ganas tremendas de protegerlos.Realmente, para
mí, ambos eran como los niños del campo de trabajo, pues de todos los usuarios,
eran los que desde mi punto de vista requerían más atención.
Para éstos y para el resto de usuarios sólo tengo palabras bonitas
porque ellos lo valen y por todos los valores que en tan pocos días me
enseñaron; valores como humildad, esfuerzo, compañerismo, tolerancia e
igualdad, entre otros. Ellos son personas que tienen unos valores que en la
sociedad actual se han ido perdiendo, y aunque su coeficiente intelectual sea
algo inferior al nuestro, yo siempre pensaré en ellos como una versión mejorada
de las personas en general. Además, de ellos aprendí que a pesar de las
circunstancias hay que sonreírle siempre a la vida, pues ellos, a pesar de su
condición, siempre estaban contentos y felices y a la mínima que les prestabas
un poquito de atención te lo agradecían con verdadera sinceridad.
Por todo ello, ésta ha sido una experiencia inolvidable con muchas
cosas positivas, que marcó un antes y un después en mi vida y de la que guardo
magníficos recuerdos, que volvería a repetir sin pensarlo dos veces y
sinceramente animo a todo aquel que tenga una oportunidad así a que la
aproveche puesto que lo que aprendes estando con personas con discapacidad es
algo que para mí no tiene precio.
Finalmente, dar mi más sincero agradecimiento a esos usuarios que
tanto me han enseñado y que me alegraron durante los 14 días tan intensos que
duró el campo de trabajo por ser tan maravillosas personas. Por ello, les deseo
toda la suerte del mundo a aquellas personas sin los cuales este campo de
trabajo no hubiese sido posible como son Chanquete, Mimi, Saluki, Luisa,
Manolo, Tomás, Lorenzo, Miguel y su hermano Juanma, Juan Alberto, Miguel Ángel,
Luke, Javi y a todos aquellos usuarios que por diversas razones no pudieron
compartir su tiempo con nosotros los voluntarios.
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