El primer
día estaba insegura, un poco asustada. Me preocupaba mi reacción con los
usuarios, y la suya también. No tenía claro mi papel en el campo de trabajo.
Sí, era una voluntaria, ¿pero voluntaria para qué? No era mi primer campo de
trabajo, ya había ido a otros en los que la función del voluntario estaba muy
clara: recuperar este camino, reconstruye este lavadero… Sin embargo, aquí no
sabía que iba encontrarme específicamente. Sabía que iba a tratar con
discapacitados intelectuales y cooperar con ellos para construir un jardín
vertical. Nunca esperé que en tan pocos detalles fuesen a caber tantos
momentos.
El primer
contacto siempre es el más difícil, y si con una persona ya es complicado, con
un grupo entero la dificultad se multiplica. ¡Qué alegría ver lo fácil que elloslo
hicieron todo! Llegaron con los brazos abiertos, las sonrisas saliéndose de las
caras y la ilusión como carta de presentación. Y todo fue como la seda, todo
rodó. A veces nos quedamos cortos de palabras, no sabemos que decir. Queremos
entablar conversación o empezar una relación con alguien y no nos salen las palabras, ¡qué incómodo!
Pues con los usuarios no hubo ni un instante de estos, de vacilación, de
vergüenza. Para comunicarse no hacen falta las palabras, para comunicarse basta
con sonreír, acariciar, abrazar, dar la mano, acariciar, besar… A ellos les
sobran las palabras. Unos más extrovertidos y guasones, otros más tímidos.
Exactamente igual que los voluntarios. Exactamente igual que cualquier otra
persona. Oficialmente, los usuarios son llamados personas con discapacidad,
pero a veces, como bien resaltaron otros voluntarios, su capacidad de dar
cariño y expresar sus emociones da mil vueltas a las nuestras.
A medida que
iban pasando los días, iba encontrando mi sitio en el campo de trabajo y entendiendo
la función del voluntario aquí: ser uno mismo y desprejuiciarse. Entender,
asimilar y sentir que las personas con las que estas tratando tienen la misma
forma de sentir el mundo que tú tienes, que necesitan los mismo que tú y que
les hace tan feliz como a ti bañarte en agua helada una tarde calurosa. Qué
también son coquetos y les gustan las fotos, y lanzarse al agua. Llamar la
atención, tener una conversación, aprender algo nuevo. Oler flores, contemplar
animales, vaguear a la sombra. Trabajar, jugar y sentir. Sobre todo sentir. Te
exigen corazón, que pongas ganas. Ser generoso no es fácil, pero imitando se
aprende mucho.
Ya lo dije
en la última dinámica: para mi, este campo de trabajo ha sido un intensivo de
humanidad. La palabra humanidad es muy bonita y suena muy bien, pero cuando la
quiero definir no sé cómo hacerlo. Pese a todo, yo siento que sé perfectamente
el significado. Algo parecido me pasa con el campo de trabajo: no soy capaz de
poner por palabras que ha significado para mi, pero dentro tengo las
sensaciones y los recuerdos que me gritan una respuesta muy clara. A lo mejor
tengo toda la experiencia un poco idealizada. Viendo las fotos me entra la
nostalgia, y cada vez que el móvil vibra con un mensaje
de alguno de mis compañeros me hace especial ilusión; pero yo creo que esto
también demuestra cómo fueron esas dos semanas, tan bonitas e irreales que
parece que me las invento.
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