viernes, 8 de agosto de 2014

Día 4. Campo de Trabajo San Gil-Placeat 2014. 7-8-2014.

Buenos días! Primera crónica de una cántabra en Extremadura. Nada más bajar del bus me llevé la primera impresión: calor. Mucho calor. En cuanto llegué a la finca conocí al resto de voluntarios y monitores y enseguida nos pusimos en acción. Conocer a los usuarios de Placeat rodeada de tan buen ambiente fue la premisa más acertada de los días que han venido después: cariño, risas y mucha ilusión.
Hoy nos alejamos de nuestro querido San Gil para ir a conocer Cáceres. Bueno, conocerlo yo, porque algunos usuarios eran auténticos expertos en la ciudad y conocían sus calles al dedillo. Nuestra primera parada fue un Hospital un tanto especial: cuidaban de animales salvajes para soltarlos más tarde de vuelta en la naturaleza. Emocionados se queda corto para describirnos cuando nos dejaron tocar una pequeña lechuza. Los usuarios no dudaron en demostrarnos su conocimiento acerca de los animales autóctonos y sus costumbres, identificando cantos de animales que a algunos nos parecían idénticos.
Por la tarde fuimos de paseo al centro de Cáceres. Uno de nuestros compañeros, Alberto, ejerció de guía por el casco histórico. Los usuarios estaban muy ilusionados por enseñarnos los monumentos más destacados y enseñarnos a querer la ciudad tanto como ellos. El paseo por el centro estuvo lleno de bromas, risas y canciones en las que todos participábamos. Sin ninguna duda, el gasto del día se hizo en botellas de agua: todos estábamos siempre sedientos.
La vuelta en autobús fue como una buena verbena: música de todo tipo a cargo de los excursionistas, y donde la calidad fallaba, las ganas de disfrutar y pasar un buen rato todos juntos elevaron la selección musical a puro arte. Al pobre conductor no le dieron un plus por el concierto gratuito. La despedida de los usuarios, como la de todas las tardes, nos dejó a todos deseando que los días fuesen más largos para poder estar más tiempo juntos.
Por la noche, los voluntarios ilustramos al resto de compañeros en el tema de “mi pueblo es mejor que el tuyo porque es el mío”, o dicho de otro modo, realizamos la noche intercultural, comparando nuestras regiones y desmintiendo tópicos.
Para mí, esta experiencia en el campo de San Gil ha supuesto un cambio total en mi idea de cómo tratar a personas con discapacidad intelectual, y la verdad es que yo no he tenido que esforzarme mucho: cuando llegas a un sitio nuevo en el que todo el mundo te recibe con los brazos abiertos, y cada mañana un grupo de personas te come a besos y abrazos, es imposible que no los consideres una increíble segunda familia.

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