martes, 9 de agosto de 2011

8 de Agosto, Lunes, Campo de Trabajo 2011.

Hoy, 8 de agosto, el director y los monitores del campo de trabajo me han brindado la oportunidad de relatar éste, nuestro nuevo día en la Finca de Placeat en San Gil. Y, a ello voy, no sin antes agradecerles la oportunidad y, por supuesto, presentarme. Soy Mario Lorenzo, un voluntario venido desde el Levante español, concretamente desde Elda (Alicante), es decir, a muchos kilómetros de la erróneamente llamada “extrema y dura” Extremadura, de lo cual puedo dar fe a tenor de los impresionantes paisajes que estamos descubriendo. Y, dicho lo cual, entremos en materia, aquella que supone contar con detalle el día a día de nuestro campo de trabajo.
Después de un intenso y aprovechado fin de semana, llega la hora de volverse a poner manos a la obra con los trabajos de jardinería, mantenimiento y arreglo de la Finca de Placeat en San Gil. Es lunes, son las 08:30 de la mañana y suena “toque de queda”. La música de la FM nos hace despertar de un sueño que, aunque insuficiente en tiempo, no deja de ser reparador. Como cada día de la semana, el desayuno se convierte en el preámbulo de la llegada de nuestros queridos usuarios. El rugir de la furgoneta nos descubre su llegada que esperamos impacientes porque “¿quién puede resistirse a un abrazo de Saluqui o a las historias contadas de Gregoria o a la energía y vitalidad de Javi…?”. Aquí están de nuevo, con una sonrisa perenne en su rostro, preparados para comenzar a trabajar codo con codo con todos nosotros, los voluntarios, venidos desde todos los rincones de la geografía española.
 
Bajo la organización de los monitores y José Mari, a quien, por cierto, una voluntaria (Lucía, para quien José Mari acabó siendo su “príncipe azul”) colma de piropos cumpliendo con una divertida prueba de una de nuestras dinámicas, nos distribuimos en diferentes grupos de trabajo para limpiar de rastrojos el camino de acceso a la Finca, trabajar en la limpieza del invernadero, realizar labores de jardinería, etc. La mañana transcurre con absoluta normalidad, en una mezcla de trabajo, risas, confesiones y, sobre todo, felicidad. A la hora del bocadillo, todos abandonamos por unos instantes nuestros puestos y nos reunimos para compartir momentos de descanso al amparo de la sombra porque, aunque el calor es soportable, siempre se agradece un resquicio de sombra y un sorbo de agua. Volvemos al trabajo, pero, sin apenas darnos cuenta, la hora de la comida se nos echa encima. Los usuarios vuelven a su residencia y los voluntarios y monitores estamos listos para disfrutar de la deliciosa comida que nos sirve Rocío.
 
 
 
 
 
La tarde se acerca y cada uno la espera a su antojo: descansando en el recién podado césped, aprovechando para practicar deporte, conversando con otros voluntarios… Son las 16:45h., tiempo de seguir descubriendo los alrededores de San Gil, aunque en esta ocasión no dentro de los límites geográficos de Extremadura, ni siquiera de España, pues nos adentramos en un pueblecito del país vecino, Portugal. Hacia allí –Peña García- encaminamos decididos nuestros pasos, a bordo de nuestras furgonetas, en las que se comparten canciones, bromas y guiños entre usuarios y voluntarios. Hoy, a mi lado, tengo la gran suerte de tener a una nueva usuaria, Mimi, que acaba de regresar de unos días con su familia. Ella, junto con Gregoria, son las encargadas de poner la banda sonora de nuestro viaje con un amplio repertorio de coplas, rumbas y canciones populares.
Tras “despistarnos” en reiteradas ocasiones, llegamos a nuestro destino: un paraje natural difícilmente descriptible con palabras. Sin duda los “despistes de rumbo” eran una señal de que finalmente teníamos que aterrizar en un lugar espectacular. ¿Cómo no puede ser maravilloso un lugar que tiene por bandera una piscina natural enclavada entre montañas y con una cascada que parece descender del cielo, con pequeñas casitas que nadie sabe cómo han podido construirse en un lugar tan abrupto, con puentes colgantes que más bien recuerdan a una selva…? Todo perfecto salvo la temperatura del agua; decir que estaba congelada no es exagerar, es ser benevolente. Pero allí estábamos, zambullidos en las congeladas aguas de la piscina natural de Peña García, como siempre, con una sonrisa en nuestra cara, porque “¿cómo no sonreír viendo a los usuarios?”.
 
 
 
 
Aunque la noche se nos echa encima en el camino de vuelta, todavía tenemos una hora menos en Portugal que en breve será una hora más en España. Lo importante: regresamos sanos y salvos y, sobre todo, con la felicidad de haber disfrutado de otra tarde genial. Los usuarios moran por una noche más en su residencia y los voluntarios continuamos camino hacia nuestra casa por 15 días, la Finca de Placeat en San Gil.  Allí todavía nos espera la noche, una noche que dedicamos con mimo a preparar la fiesta de cumpleaños de Javi, usuario al que queremos sorprender con globoflexia y un mural con una felicitación muy especial. ¡Ya veremos qué cara se le queda a Javi mañana cuando se encuentre con su sorpresa de cumpleaños! Desde luego, a mí, como cada día desde que estoy aquí, se me queda un semblante de felicidad absoluta que puede, incluso, hacerme parecer bobo. Al final del día todos los momentos vividos se agolpan en mi cabeza e incluso siento como mi corazón, en un guiño a mi propia persona, me pide no abandonar nunca este lugar y, sobre todo, no alejarme nunca de gente tan especial como lo son los usuarios. Gracias por todo lo que me dais, nunca podrá igualarse a lo poco que yo os voy a ofrecer durante estos 15 días. To be continued y espero que por mucho tiempo, aunque lamentablemente tenga que ser en mis recuerdos.
 

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